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Periodismo

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Crónica

 

Una fila de adultos mayores parece llenar las veredas de la calle C IV donde está ubicada la Iglesia el Santo Cura de Ars, en Quito. Son personas de escasos recursos, que esperan ilusionadas a las fueras de una casa humilde, que todos los sábados se convierte en el “Comedor de Abuelitos”. Entre susurros ansiosos, las puertas del comedor se abren y 4 mujeres salen con el fin de ayudar a todos ellos a pasar.

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El olor de la fritura del pescado se filtra en la nariz de cada “abuelito”, mientras juntos, en la mesa, se toman de las manos para dirigir una fervorosa oración a Dios, agradeciendo el poder recibir un bocado de comida un sábado más. Entre risas y comentarios inocentemente impacientes, al otro lado de la pared, separada por una estrecha puerta por la que una persona de 1 metro 75 tendría que agacharse para poder pasar, está Blanca Cadena, la encargada del Comedor de Abuelitos.

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Blanca, una quiteña admirable refleja su buen humor cada sábado que atiende a los mayores, como si fueran parte de su familia. Con sus 62 años, bien vividos, decidió empezar con esta labor motivada por sus creencias católicas, por su convicción seglar de estar al servicio de los demás. Con sus hijos ya casados, un marido ausente, Blanca no se dejó llevar por la melancolía de quien ya ha vivido sus años, sino que decide involucrarse en las iniciativas de la parroquia, contribuyendo con lo que mejor sabe hacer: cocinar. No se conforma con haber  gastado sus años educando a su familia, ni desea descansar, sino que quiere aún dar más.

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En el piso inferior de su pequeña y humilde casa, donde Blanca tenía su propia cocina decidió montar el comedor, ayudada por generosas donaciones y la buena voluntad de 4 amigas de la parroquia. Todos los sábados por la mañana, después de su misa, desde las 8 se asegura de dejar todo listo para la acogida a los viejitos. Limpia los mesones, las mesas y las ollas que se usarán, mira que la cocina tenga luz y agua, revisa los ingredientes necesarios para el menú del día, y luego, sus cuatro amigas van llegando. Mujeres, que como Blanca, no descansan a pesar de su edad, para dibujar una sonrisa en el rostro de su prójimo. Y así, con un poquito de cumbia en el fondo, comienza la faena.

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Con la mirada cansada, una cálida sonrisa y las manos atareadas, Blanca, junto a Marta, Raquel, Lorena –todas señoras de 40 años en adelante- y la joven Susana cocinan todos los sábados desde las 12 del día para dar de comer a 50 ancianos de escasos recursos. Dentro de la Parroquia Santo Cura de Ars, sector San José de Cangahua en el Norte de Quito, desde chicos a gente dotada de experiencia por sus años, están todos activos al servicio de los demás.

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Ya son 4 años desde que tomó forma el comedor. En un espacio, no menor a 3,2 x 5 metros 40 abuelitos esperan ansiosos su plato. Doña Raquel, como así le llaman, pela patatas junto con su madre, quien también pertenece al comedor, y con una tierna sonrisa y sin ruido de palabras me reciben para que les eche una mano con su labor. El menú de hoy es una sopa de legumbres que irá acompañado de canguil, pescado frito con arroz de plato fuerte y un jugo “Tang”.

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Entre el vapor de las ollas, la mezcla de olores y el ajetreo de la preparación Blanca cuenta su sueño de poder ampliar el comedor. No tienen fondos, y les consume la desesperación de no poder dar más por los necesitados, en este caso por los viejitos. Dado el pequeño lugar con el que cuentan no pueden acoger a los 50 viejitos que quisieran, por lo que mientras 40 disfrutan de un almuerzo caliente y en compañía, otros 10 abuelitos tendrán que llevarse en una tarrina la comida… porque no caben dentro.  

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“¡Blanquita! ¡La sopa del Padre Rubén! ¡No se vaya a olvidar!” aclama la voz de Susana, la más joven del grupo, al cruzar el umbral de lo que fue pensado para una puerta pero que ahora es una cortina granate y avejentada. Sin más que decir Blanca toma uno de los platos hondos de la vajilla de plástico que están apiñados sobre el mesón central de la cocina. Uno de los chicos pertenecientes a la parroquia se asoma para llevar el plato del padre. Se nota el cariño que se tienen todos en la atmósfera, con la bienvenida del chico se hacen bromas alegres y  prueban bocados de canguil mientras esperan que la oración de los viejitos termine; para poder pasar los platos.

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Apenas escuchan el “amén” y los aplausos de unos cuantos mayores, sin decirme nada Blanca me pasa los platos que ha estado llenando sin darme cuenta para que se los de a los viejitos, al otro lado. Y ahí comienza la acción. Pasar un plato, sacar otro, ayudar a uno a que llegue la cucharada a su boca, a otro ver que coma todo, lanzar uno que otro comentario acerca de lo rica que está la comida: eso es lo que las demás considerarían una rutina de los sábados, mientras que para mí fue una experiencia satisfactoria y a su vez agotadora.

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“¡Ojo! No se pueden olvidar de dar gracias a su papito Dios al acabar de comer”. Nuevamente el timbre de voz de Susana resuena en mis oídos, al ver que los abuelitos acabaron de comer. Muchos se levantan con ayuda, otros aplauden y muchos más abandonan el comedor poco a poco, a veces sin una palabra de agradecimiento u otras con una amplia sonrisa e incluso con un beso y abrazo. Así, poco a poco, después de fregar y limpiar todo: Lorena, Marta, Raquel y Susana dejan el comedor nítido. Blanca les ve alejarse a la distancia, cierra las puertas y se dirige al segundo piso de su casa, pasadas las 3 de la tarde para retomar todo lo que le queda de su sábado, con una sonrisa satisfecha y un corazón lleno.

Por: Ma. Romina Galeano y Carolina Méndez

 

Se prenden las luces, se escucha el comienzo de la canción que dará inicio a la lista infinita de créditos al final de una película. Muchos cineastas potenciales aspiran A encontrarse en medio de esos nombres; en cualquier parte país  ser parte del mundo del cine es un reto. Muchos afirman que no tiene futuro, otros que necesitan mucha plata para empezar. Todas estas críticas pueden ser tomadas en cuenta al momento de decidir si tomar una cámara y un equipo de mínimo 60 personas para empezar con una filmación. Sin embargo, en Ecuador, desde  el 2006 bajo el gobierno de Alfredo Palacios, ser un cineasta ecuatoriano se ha convertido en una opción para muchos.

    

Antes, hacer cine era para gente con recursos, personas que contaban con auspicios de empresas privadas y dinero del “propio bolsillo”. La industria, no parecía ser rentable para muchos inversionistas, por lo que su aporte en proyectos de este tipo suele ser difícil y escasa. Finalmente, en 2006 El Congreso Nacional emitió la Ley de Fomento al Cine Nacional, que regula el régimen de incentivos que el Estado reconoce a la industria del cine nacional.

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“La principal razón de esta ley es gestionar fondos públicos que subvencionen la producción cinematográfica, que es una actividad costosa en cierto sentido, pero que también implica trabajo para muchas personas”, comenta Javier Izquierdo, director de cine ecuatoriano. En su larga trayectoria como cineasta se enfrentó, en los inicios, con el reto de acudir a diversas fuentes privadas que quieran invertir en su película. Para la realización de su primera película documental: Augusto San Miguel, recurrió a instituciones como el Museo de Antropología y Arte Contemporáneo (MAAC) -conocido actualmente como Centro Cultural Bolívar- e incluso el Banco Central del Ecuador, de quienes recibió un aporte económico insuficiente. Él, y muchos otros, veían necesaria la aportación gubernamental para ayudar a la producción cinematográfica.

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La ley del 2006, inspirada por modelos internacionales como el francés, a su vez, incluía la participación en concursos cinematográficos impartidos por El Consejo Nacional de Cinematografía (CNCINE), ahora conocido como el Instituto de Cine y Creación Audiovisual (ICCA). Tanto estos fondos concursables, como también los culturales “responden al Presupuesto General del Estado, [obtenidos del Fondo de Fomento Cinematográfico (FFC)] monto anual que el Estado recibe de diversos ingresos y destina un porcentaje a estos fondos concursales” Alberto Rengifo, Director de Comunicación del ICCA.

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Desde entonces, el apoyo gubernamental ha estado presente en las producciones ecuatorianas. Carlos Andrade, productor de cine y televisión, se ha beneficiado del uso de estos fondos en uno de sus primeros proyectos, al ganar un concurso de producción. No obstante, por más ayuda que representó el aporte, no era suficiente para financiar la totalidad de la película. Por tanto, otra fuente de ingreso público que consiguió fue a través del premio “Augusto San Miguel”, que daba el Ministerio de Educación para el cine. De ahí, lo que restaba de fondos fue obtenido por empresas privadas.

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En 2015, las producciones nacionales se vieron afectadas dado que la periodicidad de los incentivos económicos sufrió alteraciones. Izquierdo –como director de cine-, ha experimentado que el aporte estatal  limita al equipo para la producción ya que no tiene regularidad, las fechas cambian así como también los montos.

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Frente a esta problemática, este año los fondos con lo que se financia la convocatoria 2017 no estarán atados a la ejecución del Presupuesto General del Estado, lo que les otorgará mayor flexibilidad en los tiempos de ejecución. Además, el ICCA ha respondido a través de mesas de diálogos a lo largo del país en busca de soluciones eficientes. Rengifo asegura que hay propuestas; tales como: “que se cambie en la ley de cultura que las empresas puedan justificar hasta el 1% del gasto fiscal que ellos tienen, y que esta se incremente hasta el 10%. (…) Y otra que es lo que existe en algunos países, como en Argentina: el impuesto en las entradas de todas las películas extranjeras que se consumen en nuestro país; que vaya destinado a un fondo fijo, que se alimente y se genere año tras año para la producción cinematográfica ecuatoriana”, obteniendo así nuevos fondos, fijos y regulares.

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Para un cineasta, el financiamiento para sacar adelante a su película es crucial para su negocio. Y, aun cuando “la inversión estatal en la última década, a través del FFC, fue de $9'423.718,34 para 405 proyectos”, el monto no represena ni el 10% de lo que cuesta producir una película, afirma Arturo Yépez, representante de los productores cinematográficos del CNCine en entrevista con el diario El Telégrafo. El ICCA, consciente de este hecho, doblado el valor de sus fondos en el 2016 de 485 mil USD a 801 mil USD.

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Acogida de los proyectos cinematográficos por el CNCine

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David Ceballos, profesor de la Universidad de Los Hemisferios y con experiencia en varios campos audiovisuales, ha sido testigo de que cuando se solicitan fondos al CNCine, ellos nunca modifican o cambian la idea del proyecto que se propone. Sin embargo, conoce de casos en los que sí se ha intervenido antes de realizar la producción. Ceballos afirmó “esto es porque los fondos van dirigidos para dar provecho a la cultura ecuatoriana y, en este caso, el proyecto, según ellos,  no tenía ningún interés cultural  ni ningún valor. (…). No debemos olvidar la industria y la cultura; el cine no puede ser sin lo uno o lo otro”. Además, asegura que sí hay un gran apoyo, pero que primero se debe informar claramente acerca de lo que se va a realizar con ese ingreso público, ya que es considerado como una inversión cultural.

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Si bien el ICCA considera la importancia de la cultura, para selección de proyectos audiovisuales se considera que la cultura, al inhibir en la sociedad, está plasmada en el material audiovisual. Por tanto, para la selección de proyectos toma en cuenta: la motivación, el logline del proyecto, nota explicativa, la estética, el plan y diseño de producción, y cronograma de trabajo; de acuerdo a la categoría en la que se postula. Los jurados, nacionales e internacionales, indican qué trabajos son los que ellos consideran mejores. Por tanto, según Rengifo: “el ICCA, como institución pública, sola, no descarta ningún tipo de trabajos por lo que tenga o no carga cultural”.  

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Andrade, productor, corrobora que  “a nivel gubernamental siempre hay un grado de inclusión y apertura (…) más bien siempre han sido súper abiertos”. De hecho, ha sido testigo de cómo la organización pública se ha visto en la necesidad de ir restringiendo más y más el acceso, por la gran cantidad de proyectos que se presentan, y ellos no pueden acaparar a todos. Tienen que ir jugando con la capacidad de apertura que se les da a todos los postulantes, pero a la vez tomando en cuenta qué proyecto es más viable.

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El apoyo económico por parte del ICCA ha beneficiado a múltiples cineastas sacando adelante sus producciones. Sin embargo, el auge del cine nacional va desproporcional al consumo nacional de este. A pesar de que en el año 2014 se evidenció la mayor producción de películas nacionales desde la creación de la Ley de Cine; -un total de 16 filmes fueron estrenados, 12 largometrajes de ficción y 4 largometrajes de documental-, únicamente contó con 84 084 espectadores, mientras que en el 2011 obtuvo 335 595 espectadores con 4 películas de estreno: 3 de ficción y un documental.

 

Las producciones nacionales cuentan con baja asistencia de público en las salas comerciales. Hay varios factores que, según la opinión de algunos expertos en el tema, influyen en este impacto negativo. Por ejemplo, Diego Coral, Director de la Cinemateca Nacional, expresa que un factor que afecta es la calidad de los guiones: “el problema no son los temas que se escogen sino como se los escribe”. Otros problemas se relacionan con  la dirección de actores. “Hay ciertos procesos entre la realización y la actuación que no están bien establecidos, no existe una buena comunicación entre lo que el director quiere y lo que el actor hace eso genera problemas en cualquier tipo de producción” Diego Coral.

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Sin embargo, el cine y el arte no pueden ser vistos como algo que da dinero como industria. Andrade dejó muy claro que a pesar del apoyo gubernamental, los frutos no se ven a corto plazo. Vario cineastas seguirán en la lucha de hacer cine, hacer arte pero presentarlo como una inversión. Algo que no se recibe físicamente, más como una fuente de empleo para mucha gente, y como una inversión para plasmar la cultura, que a largo plazo de una u otra forma dará frutos.

ARTÍCULO

Ley de Fomento al Cine Nacional,

¿lo cambió todo?

Nota de Prensa

9na Semana de la Comunicación en la Universidad de Los Hemisferios

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19 de noviembre de 2017

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La Universidad de Los Hemisferios para su 9na Semana de Comunicación impartió conferencias, talleres y exposiciones audiovisuales para involucrar a sus alumnos en el mundo laboral de la Comunicación, y amplíen sus conocimientos fuera del aula de clases.

 

Durante la Semana de la Comunicación del 15 al 17 de noviembre de este año se recibió a varios conferencistas, talleristas y estudiante, ara enriquecer el conocimiento del alumnado universitario.

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Se empezó la semana con el conferencista: Martín Pallares, periodista. Tras haber sido perseguido por el gobierno de Rafael Correa, compartió su experiencia defendiendo la libertad de expresión y cómo llegó a la creación del sitio web: 4Pelagatos. Es un blog de opinión y análisis, cuyo contenido no es afectado por las leyes de comunicación al estar en una plataforma digital. Fue creado por 4 periodistas que sabían que no serían contratados por ningún otro medio de comunicación tradicional por su involucramiento con el gobierno. Además, sabe que el futuro está en los nuevos medios, así como también sustenta que “una democracia no puede vivir sin un periodismo independiente”.

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Cristian Espinosa habló de la importancia de la buena reputación en el internet, como marca personal. Hizo hincapié en social media training como método la creación de la identidad y reputación. Sostuvo que el “currículum actual está en las redes sociales”,  y se las usa para un posicionamiento de marca.

El tercer conferencista de la Semana fue Juan Pablo Burbano, gerente de la empresa de comunicación Kreab. Con su iniciativa de comunicar asuntos complejos de manera sencilla se manifestó en la exposición de la forma de comunicar y desarrollar nuevas tecnologías por distintos líderes mundiales. Motivó a los alumnos a no conformarse con resultados mediocres, sino a ir más allá, a investigar e intentar, a pesar de las caídas y errores.

Renán Ordóñez, director de comunicación en su empresa Teléfonica, trató su conferencia centrándose en el manejo de redes sociales para la imagen de su empresa. Mencionó la necesidad de un buen estudio de las redes sociales, una medición regular de la empresa para saber qué, cuánto y cómo habla la gente de su empresa, y por último el ser remoto en las cosas que publican.

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Las últimas conferencias se dieron a manera de panel, en el que cada expositor por un tiempo expondría su tema y todos responderían a las dudas del auditorio. Luis Galárraga comenzó el conversatorio con la eficiencia del Twitter operacional que maneja para su empresa: el aeropuerto. Resaltó la necesidad de responder inmediata y de formal cortés a sus clientes, ante sus dudas o quejas.

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Dentro del panel, Brenda Sampertegui habló de la comunicación y marketing del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos a través de herramientas tecnológicas, así como también con medios tradicionales. Por último, Roberto Almendáriz habló acerca de la  comunicación en la política. Mencionó la prevención ante Trols en internet, y sobre la necesidad y la buena publicidad de los Influencers.

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Además de las conferencias, también se impartieron talleres con diferentes enfoques. Los talleres fueron: Post-producción –con Isabela Sánchez-, Seguridad digital –Diego Mosquera-, Fotoperiodismo –Eduardo León-, Community Manager –Emily Díaz-, La marca personal del comunicador digital –Cristian Espinosa-y Youtubers: creación de contenido para múltiples audiencias –Ricardo Véjar-. Los estudiantes aprendieron a desenvolverse con soltura en cada uno de acuerdo a sus actividades.

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En la tarde se mantenía una muestra audiovisual con los mejores trabajos de los distintos semestres de la Facultad. Con una pequeña explicación o comentario de sus autores, varios chicos presentaron sus obras y respondiendo a dudas del público. Se mostraron desde las mejores fotografías, hasta los mejores reportajes o mini documentales.

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Con el objetivo de entretener a los participantes, también se incluyó, a manera de clausura, una trivia de cine: Trivia Zoom, junto con un canelazo.

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Varios estudiantes demostraron su interés por la Semana y compartieron gran parte de su opinión e interacción a través de las redes sociales, tal y como en Twitter a través del hashtag #IXSemanaFcomUDH, que llegó a ser tendencia en Quito dos días seguidos.  María José Manzaba, además, comenta que disfrutó en su taller tanto como en las charlas, “no hubo tanto aspectos técnicos, más bien las charlas fueron interactivas y entretenidas, además tenías la oportunidad de preguntar si no estabas de acuerdo con algo o si tenías alguna duda”.

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Con el fin de llamar la atención de los estudiantes, hacerles analizar, darles conocimiento, reconocer su esfuerzo y a la vez divertirles, la Facultad de Comunicación organiza cada año la Semana de la Comunicación. Logrados los objetivos establecidos, se dio cierre al evento el 17 de noviembre.

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María Romina Galeano

19/11/2017

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UN COMEDOR DE ESPERANZA

por: María Romina Galeano

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